Dr. Gonzalo Báez-Camargo
A los primeros metodistas les llamaron “los entusiastas”.
Los primeros metodistas no fueron, realmente, aquellos jóvenes estrictos y
tiesos del Club Santo de Oxford, que buscaban en una piedad legalista y
ascética su salvación. Los primeros metodistas fueron en verdad aquellos rudos
mineros de Cornwallis, aquellas mujeres rescatadas del arroyo, aquellos
deshollinadores de Londres.
Todas aquellas gentes postergadas por la sociedad
–para quienes el mensaje de la gracia universal e infinita de Dios en Cristo,
predicado por Wesley, fue como la irrupción de un gozo incontenible en sus
vidas, antes opacas y silenciosas.
Lo que más le criticaban al metodismo primitivo los
clérigos ritualistas de la Iglesia oficial y los señorones estirados de la alta
sociedad inglesa, era su entusiasmo. El movimiento estuvo a punto de llamarse “entusiasmismo”
en vez de “metodismo”. Porque el apodo de “entusiasta” andaba por ahí del brazo
de “metodistas”. ¡Imaginémonos! Seríamos hoy la Iglesia Entusiasta, en vez de
la Iglesia Metodista.
El primer sermón que predicó Wesley después de su
experiencia en Aldersgate fue sobre el texto: “Y esta es la victoria que vence
al mundo: nuestra fe”. Fue un canto de victoria. El metodismo nació al son de
trompetas triunfales, llevando cantos de liberación en los labios, y un venero
de sagrada exaltación en los corazones. “Esa noche –escribe Wesley en su
Diario- me atacaron rudamente en un gran concurso de personas, llamándome
entusiasta”. Y cuando Carlos Wesley se echó por campos y plazas alzando sus
inmortales himnos de gracia, amor, gozo y victoria espiritual, el metodismo se
hizo un encendido cántico, y las míseras y oprimidas masas populares rompieron
en oleadas de entusiasmo. “Una piedad agria –escribió otra vez el Fundador – es
religión del diablo”.
Quienes hablan y escriben, a golpe de vista, y de oídas,
sobre la “frialdad del protestantismo”, que pasan por alto ese fuego, esa
efusión de entusiasmo y gozo rebosante, que han encarnado en movimientos como
el moravo o el metodista. Las masas inglesas no habían conocido más alegría que
la tórpida y artificial de los licores ni más cantos que los procaces de la
taberna. Un día se sintieron poseídos de una embriaguez espiritual –como los
apóstoles en el Pentecostés- y se echaron a cantar himnos de redención: había
nacido el metodismo.
Pero no se piense que el metodismo primitivo se convirtió
en una simple oleada de emociones desbocadas y se sentimentalismo ululante.
Wesley había experimentado un profundo cambio en el corazón, pero siempre
conservó la cabeza sobre los hombros. Su madre Susana lo había enseñado, desde pequeño,
a razonar tan serenamente como fuera posible, antes de tomar decisiones. Y de
ahí tomo la costumbre de escribir en un papel, minuciosa y hasta fríamente, el
pro y el contra de cualquier cuestión, para pesar las razones de obrar en un
sentido o en otro.
Así fue como más tarde, cuando llegó a su vida la
arrolladora experiencia personal de la gracia, y cuando encabezó el más
poderoso avivamiento cristiano de la época,
y uno de los más poderosos de la
historia, pudo combinar el entusiasmo con el juicio, el sentimiento con la
inteligencia, el arrebato de la alegría con el dominio de la razón.
En las reuniones metodistas comenzaron a suceder cosas
extrañas. Gente que prorrumpía de pronto en carcajadas, en gritos, en gemidos
desgarradores: gente que caía al suelo retorciéndose o se ponía a bailar y
saltar. Juan Wesley observó aquello con suma preocupación y decidió que todo
eso era obra del diablo, que quería frustrar el gran avivamiento. Entonces
comenzó, con dulzura, pero con inquebrantable firmeza, a reprimir aquellos
brotes del emocionalismo sin gobierno. Sin perder su entusiasmo. EL MOVIMIENTO
EXCLUYÓ LAS EXTRAVAGANCIAS Y EL METODISMO SE SALVÓ DE CONVERTIRSE EN
HISTERISMO. Fue un ENTUSIASMO RACIONAL.
Conviene recordarlo cada vez que nos sintamos tentados de
albergar un sentimentalismo teatral y a buscar, en los avivamientos, la
excitación desgobernada de las emociones. Nada más fácil, después de todo, que
sacudir el sentimiento y poner los nervios de punta. Basta con quebrar la voz,
con ponerse en trance lacrimoso y usar una elocuencia voluptuosa para suscitar
desde el púlpito un desbordamiento de la emoción. Y con que otros secunden con
ruidos “amenes” y estentóreos “aleluyas”. Cierto que hay momentos de profundo
sentir; tocamientos desde lo alto que nos llegan a lo más vivo del alma. Eso no
autoriza a convertir la excitación sistemática y desatentada de las emociones
en recursos bastardo de oratorio y técnica deshonesta de un seudo evangelismo.
Nuestro Señor Jesucristo, en quien habitaba la plenitud
del Espíritu Santo, era la persona más equilibrada, sensata y serena que ha
existido. Nada de convulsiones histéricas. Por el contrario, a los atacados y
poseídos, les “echaba fuera demonios”. Tuvo sus grandes crisis personales: su
cuarentena en el desierto, su Gethsemaní, pero su predicación apelaba a la
inteligencia a la vez que al corazón: era un maestro que explicaba y enseñaba
tranquilamente a la vez que un predicador que hacía sonar su profética voz de
llamamiento. Y cuando el entusiasmo de las masas se excedía y desencaminaba
“despedía a las gentes” y se iba solo “al monte a orar”.
La manera más segura de frustrar un avivamiento es
convertirlo en explosión y humareda de simples emociones. Fiel discípulo de
Jesucristo, Juan Wesley, lo entendió así. Yendo más allá de las impresiones del
momento –cuya exageración reprimió sin vacilar- buscó en un verdadero cambio de
vida y de carácter la prueba de la verdadera conversión, y de la presencia real
del Espíritu Santo. Y por eso pertenece al genio del metodismo auténtico
ser entusiasta, sí, pero ENTUSIASMO
RACIONAL.
Fragmento (2 de 6) del libro El reto de Juan Wesley a los metodistas de hoy, publicado originalmente en 1953 y vuelto a publicar el 2014 por el Instituto de Estudios Wesleyanos - Latinoamérica.
Puedes ver la primer entrega: Un avivamiento evangélico, AQUÍ
Puedes ver la primer entrega: Un avivamiento evangélico, AQUÍ
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Artículo
tomado del Blog del Instituto de Estudios
Wesleyanos - Latinoamérica
Hola! Quisiera poder acceder al libro. Pero cuando clikeo el hipervínculo, me dice que el dominio está vencido. Agradecería información. Gracias! Maximiliano Heusser (maximiliano.heusser@hotmail.com)
ResponderEliminarHola Maximiliano. La publicación la tenemos solo en versión impresa, pero iremos publicando los capítulos cada semana. Si deseas información sobre la versión impresa, por favor, escríbenos a instituto@iew-la.org
EliminarYo quisiera poder acceder al libro. Yo cuento con el libro HACIA LA VIDA SUPERIOR antologia, como instrumento de etica.
ResponderEliminarHola María, como hemos indicado en la respuesta anterior, la publicación la tenemos solo en versión impresa, pero podrás leer los capítulos cada semana. Si deseas información sobre la versión impresa, por favor, escríbenos a instituto@iew-la.org
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